Pájaro urbano

Lecturas de ascensor

Distracción, intuición, y
buena suerte.


9:00 AM. Mi café y yo en el escritorio. Ya leí algunos diarios online. Nada interesante, solo titulares aterradores del contexto mundial. Antes de ponerme a trabajar, le echo una mirada a Facebook. Observo, que una amiga ha publicado una información de un Taller de Escritura Creativa. Me interesa. Mientras leo la información del taller me recordaba de una entrevista desmoralizadora con una editorial que había tenido tres meses atrás, y que me había dejado paralizada. Con solo pensar en la idea de realizar este curso, mi proyecto de escribir los cuentos infantiles recobraba su fuerza.

Mientras leo el contenido del curso me digo: -Alessandra, está buenísimo este taller. Carajo esto te viene como anillo al dedo. Es el empujón que te falta. Estas en plena edición de tus cuentos infantiles. Inscríbete Ale. Sí, es verdad, estás complicada con tus cosas del día a día, pero total son ocho semanas y seguro que con este aprendizaje terminarás tú proyecto ¿Todavía aún me pregunto de dónde saqué lo de las ocho semanas?

Primer día de clases, un poco intimidada. Comienzo a escuchar la introducción de mis compañeros y caigo en cuenta que la mayoría de los inscritos tienen trayectoria profesional, y otros; incluso, viven de la escritura. Todo esto me hace pensar que serán ochos semanas intensas. ¡Guaoo¡ Tendré ocho semanas para trabajar al lado de profesionales de la escritura y con una profesora que no deja desperdicios en clases. Una experiencia intensa o quizás aterradora, ya luego escribiré sobre ello. Paralelamente voy pensando, qué decir sobre mi experiencia como escritora. Creo que para esa fecha lo más largo y honesto que había escrito había sido un par de cartas a mi pareja. Y creo que el pobre, se sigue confundiendo al leerlas de nuevo. En fin, mi mente dispersa me ha entrenado para creer que puedo llegar a ser especialista en cualquier área de interés, en el momento que la intuición me lo indique.

De igual forma, con el pasar de los días mi entusiasmo aumentaba. Empiezo a entregarme de lleno a mis clases. Quiero aprovecharlas al máximo, son sólo ocho semanas la duración del taller. Pareciera que hubiese salido de mi cuerpo una tara loca que solo quiere escribir. El proyecto del cuento infantil cobra fuerza !Increíble¡ Hasta un blog armé en dos semanas. Mi vida en estos momentos se puso traje de letras. Y qué bien se siente.

Pasan las semanas y un día sentada, comiéndome una galleta en plena clase escucho a una de mis compañeras hablando:

- Eugenia, aún no he definido si trabajar en la redacción de la novela o la biografía-

-Tranquila Ana, eso lo definirás más adelante.

Hay temas que no hemos tocado en clase.

Relajada, que hay tiempo, nos queda un año de posgrado-

Cuando escucho la palabra posgrado y un año, quedé con el eco de la información rebotando en cada una de las capas de cebolla que tengo en mi mente. ¿En qué momento las ocho semanas se convirtieron en un año y el taller en posgrado? ¿Distracción? Si hubiese sabido esta información al momento de inscribirme quizás no lo hubiese hecho. Tomé la decisión con lo que absorbí en un “blink de ojos” Es decir, totalmente intuitivo.

Las especulaciones se las dejo al lector. Lo cierto es que mis clases de escritura creativa han sido tan asertivas en mi vida como el chaparrón de agua luego de un golpe de calor. ¡Qué suerte que tuve!, o como dicen los españoles: ¡Enhorabuena!


Alessandra Gómez

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