Pájaro urbano

jueves, 13 de mayo de 2010

Crear artes plásticas en Venezuela


El pasado 10 de Mayo se celebró en el país el Día Nacional del Artista Plástico. Una celebración que se designó en los años 80 tomando en cuenta el natalicio del maestro Armando Reverón.
Desde aquel tiempo hasta hoy ¿qué podríamos celebrar con esta fecha? Parte de la respuesta la tiene en sus palabras el artista Jose Vivenes en una entrevista ofrecida el pasado lunes 10 de mayo del 2010 al diario El Universal, en la sección de Arte y Entretenimiento, titulada "Llegamos a la Inquisición cultural". Allí, se narra un poco las oportunidades de exponer y conseguir apoyo financiero del artista venezolano por parte de la institución gubernamental.

Quienes trabajamos con el arte, sabemos las limitaciones coyunturales que existen en el país para un artista. La creación nace hace muchos años con idea de plasmar una realidad que no puede ser articulada, del deseo de expresar denuncias de una sociedad que está incómoda. Paralelamente, el arte ha sido también una forma de vida de individuos que tienen la capacidad de saber cómo SE SIENTEN y COMO SE SIENTE EL OTRO para luego plasmarlo en imágenes.

Yo poco podría hablar del arte en Venezuela en estos últimos diez años. Lo que sí podría compartir con ustedes es mi experiencia trabajando con el arte en el extranjero. Así quizás esta narración quede abierta para emitir las ideas y especulaciones que ustedes; e incluso yo, podríamos tener con relación a crear artes plásticas en nuestro país.

Alrededor del 2004, vivía en Richmond, Virginia. Ciudad ubicada entre el norte y sur de la costa este de los Estados Unidos. Allí se encuentra Virginia Commonwealth University (VCU), una de las mejores universidades de arte dentro de los EEUU. Llegaba yo por esos años con la intención de seguir trabajando en mi estudio y poder tener la oportunidad de exhibir mis trabajos.
Al principio conseguía mostrar mis piezas en cafés alternativos dentro de la ciudad. Estos sitios se caracterizaban por brindarle al comensal muestras visuales de arte o tertulias intelectuales de escritores, mientras degustaban parte del menú.
Así fui trabajando el primer año hasta que empecé a aplicar a nivel regional a los “Call Entries”. Estos CE, eran oportunidades de exponer y vender muestras artísticas en galerías e instituciones culturales. Estos procesos estaban a cargo de un grupo de curadores privados, nacionales, locales y/o internacionales, dependería del staff de la galería. En las aplicaciones solicitaban tres cosas: el statement escrito (que sería como una cuartilla explicativa del trabajo, motivación, y visión), las diapositivas de trabajos recientes, y un pago por participar. De resto, la galería o el curador no sabían más nada de ti. ¡Bienvenida la meritocracia! Así estuve trabajando un par de años, hasta que ubiqué las galerías con las que prefería involucrarme de forma permanente.
Para esta fecha, Estado Unidos sufría el impacto del September 11, ocurría la invasión de los americanos a Afganistán y luego Irak. Como artista, estos elementos eran parte de mi realidad. No podía alejarme de la acción de expresar el malestar de quienes no estábamos de acuerdo con varias de estas acciones bélicas. Recuerdo muy claro, la creación en esos meses, de la pieza de mi soldado desnudo sentado sobre una roca con los ojos vendados. Tuve la oportunidad de exponer esta pieza en una galería en la capital de Virginia. Meses posteriores recibí una llamada del Comité del Museo Nacional de Virginia para que realizara una presentación de mis trabajos en las instalaciones del Museo y además participara en un panel sobre el Arte Latinoamericano en los EEUU.
Yo vivía en Richmond. Era venezolana. Tenía un estudio, y con ello; las ganas y libertad de expresar a través de mi arte lo que me apasionaba y disgustaba del contexto mundial. También tenía un número de Tax Identification Number y una gama amplia de oportunidades para exponer y vender mi trabajo. Tenía espacio.

Alessandra Gómez

martes, 11 de mayo de 2010

La Locura


Hace un par de meses salí por las calles de Caracas buscando un elemento, una imagen, una figura, algo visual que fuese sensible para el pensamiento colectivo de esta sociedad.
¿Y para qué?
Quizás al proyectar la imagenpara intentara reducir la velocidad que existe en el pensamiento del caraqueño. O a lo mejor para buscar una movilización psíquica en el expectador. No sé, a lo mejor lo único que buscaba esta acción fotográfica era crear una pregunta.
Con tan solo que se genere la PREGUNTA en la mente del caraqueño que observe la fotografía mi deseo estaría satisfecho. Preguntas como: ¿y para qué?, ¿y por qué esta imagen?, ¿y lo estético?, ¿y la sociedad?, ¿cómo llego a ese estado?, entre otras más.
Ver esta escena a las 5:00 pm en un tráfico caraqueño, con mi hijo muerto del hambre, escuchando a Julio César Pineda dando su análisis internacional. Tratando de contestar una llamada en el celular sin que algún motorizado de malas mañas me viese. Esquivando las alcabalas móviles de la Policía Metropolitana. Todo esto pasando en un segundo. Me hace cuestionar, al ver este hombre reposando su cuerpo con tal relajación sobre el muro de piedras, ¿QUIEN LLEVA LA LOCURA? No hablo de quién funciona o no, solo de quién lleva la locura en sus acciones.
Quizás estas imágenes en las calles caraqueñas producen una catálisis en el pensamiento del individuo. ¿Quién sabe?

Alessandra Gómez

lunes, 10 de mayo de 2010

Exposición "Reconstrucción Sensorial"


“Reconstrucción Sensorial”. Así se denominó mi última exposición a finales del 2009. Contó con el apoyo de seis piezas y dos instalaciones. Trabajé con técnicas mixtas para la creación del cuerpo de trabajo. Las imágenes fueron respaldadas en la idea de reconstruir mi conexión con lo sensorial.
La interpretación de las piezas, se la dejo al espectador. Quizás, lo que si pueda compartir en este espacio son algunos de los pensamientos que me acompañaron en la creación de esta exposición.
Entre el 2008 y 2009 regresaba a Caracas, Venezuela luego de estar siete años viviendo en el extranjero. Empiezo a convivir con la sociedad y observo individuos desconectados con el SENTIR. Parece que la política, la producción de dinero, la seguridad, y CADIVI invalidaran al individuo en esta sociedad. Las preocupaciones se alivian con ANSIOLITICOS, o con una exacerbada apariencia física. Con el “good looking” como dicen los americanos. A muchos no les interesa saber cómo te sientes sino qué haces. La acción invalida el sentir. Entonces la sociedad te define por lo que HACES y NO por lo que ERES. Una sociedad que vive un momento complejo, y quizás la complejidad viene de habernos desconectado con lo sensorial. Pero bueno, eso se escapaba de mi análisis e intervención. No pertenecía ni a la sociedad americana, ni a la española y cuando regreso a mi país, la Venezuela que yo dejé ya no existía. Entonces quedé desconectada. Así comienza mi frustración.
Tenía dos alternativas, caer en un caos frustrada con la idea de haber regresado en un momento complejo a mi país o transformar esa frustración en creación.
Se volvió idealista el pensamiento de tratar de interpretar a una sociedad a través de mi trabajo. Una sociedad con la que yo había dejado de convivir hacía algunos años. Estaba muy lejos de controlar esta interpretación. Pero lo que si podía hacer, era vivir mi malestar sin reprimirlo y convertir en imágenes todo aquello que no entendía.
En mi cuerpo de piezas trabajé con tractores. Necesitaba fuertes máquinas que pudiesen intervenir viejas estructuras emotivas. A través de imágenes, buscaba invitar al espectador a la reconexión con los sentidos. Qué más que un tractor figurativo para poder excavar en la psique humana. Con tanta información que se absorbe en estos tiempos, las emociones quedan aplastadas en la base del cuello y sin posibilidades de ser liberadas. Nos vestimos de conocimiento como un valor dentro de la sociedad y con tantas capas no sentimos la VIDA.
Pues ojalá estas imágenes sirvan para diversas interpretaciones, porque en mí, liberaron un SENTIR muy rico y asertivo. Ese SENTIR que intenta reconstruirme sensorialmente día a día.

Alessandra Gómez
Lecturas de ascensor